Damien Dufresne captura la intimidad de sus sujetos para poder pintar y trabajar en sus cuerpos. A diferencia del lienzo, la piel transpira, respira y resiste, el resultado es de una belleza fascinante y la sensación de fragilidad que desprenden sus modelos es inquietantemente humana.
La imagen se desarrolla a través de capas de maquillaje, espesores de material, un color llama a otro, una línea da origen a otra. Es a la vez una obra de fuerza y delicadeza, de poder y gentileza, de sencillez y sofisticación, pero sobre todo es extremadamente poética.