Para Ernest Chevreuil, todo empezó con el descubrimiento de una vieja cámara de cine en el ático familiar. Fue una revelación: cayó bajo el hechizo de esta estética única. Ernest, un artista polimorfo, también explora la pintura y la caligrafía, al tiempo que cofunda un colectivo de artistas callejeros que dejan su huella en el espacio urbano. Esta efervescencia creativa lo lleva a traspasar los límites de su arte. La llegada de la inteligencia artificial abre una nueva dimensión a su universo: la ve como una oportunidad sin precedentes para hacer realidad visiones que antes eran imposibles de materializar. Hoy en día, estas creaciones digitales son su patio de recreo favorito, pero sigue fiel a su primer amor, la fotografía cinematográfica. Además, nunca viaja sin una cantidad excesiva de películas fotográficas.