Originaria de Japón, Mina Mimbu se trasladó a Nueva Zelanda a los 14 años para proseguir sus estudios. Al no poder hablar inglés cuando llegó a Auckland, recurrió a otros medios de expresión para contrarrestar la barrera lingüística. Como artista autodidacta, probó con la pintura antes de pasarse a la fotografía unos años después, tras el nacimiento de sus dos hijos. Con el tiempo, se convirtieron en su principal fuente de inspiración. La fotógrafa toma su inocencia del mundo de la infancia para crear imágenes cándidas que le permiten evadirse de la realidad. Como los niños ven el mundo con sus propios ojos, un mundo muy diferente al de los adultos, Mina Mimbu pretende interpretarlo a través del prisma de su objetivo e infunde un poco de magia en sus coloridos retratos. Junto con los bellos y escurridizos paisajes del Pacífico, deja al espectador con una sensación encantadora y un irresistible deseo de volver a la infancia.